9.29.1990

Notas sobre el Descubrimiento, y su impacto en la sociedad (1990)

En septiembre de 1990 me invitaron a una sesión extrañísima, un lujo cultureta de esos. Cosa medio centenar de gentes venidas de toda España y Latinoamérica, convocadas por una organización cultural (Ámbito María Corral) de Barcelona a una cena-coloquio en el Parador de Trujillo, en la que, mientras ellos cenaban tan a gusto, sucesivamente un historiador del CSIC, un filósofo de aquellos postmodernos, que estaba entonces (provisionalmente, claro) en la Universidad de Extremadura y luego creo que se fue para Navarra y un sociólogo (yo mismo) les hablábamos de nuestra visión sobre el descubrimiento (porque se acercaba el 92) a partir de un texto de partida escrito por uno de los organizadores, Alfredo Rubio. Un poco sobrecogedor todo, y más en ese marco. Una experiencia... Por su parte, ni idea de cómo y por qué llegaron a mí. Por mi parte un atrevimiento, pero uno ha sido siempre un tímido atrevido.




"He apuntado unas breves reflexiones en torno al texto que sirve de base para este coloquio. Son notas sin pretensión sistémica, como corresponde a un debate relajado como éste.

 .1 Por ejemplo, separar el descubrimiento de América de otros acontecimientos históricos ubicados en el Renacimiento; creo que la cuestión es netamente diferenciable de los descubrimientos científicos resueltos en esa época. Por eso me causa extrañeza esa vinculación del viaje de Colón al ámbito de las Revoluciones Científicas. 

 .2 ¿Por qué andar buscando justificaciones espúreas a la celebración? El '92 es para mí más bien la exaltación de la salida de España de un aislamiento secular. Lo que se celebra es la incorporación de este país a lo que antes se llamaba el concierto de las naciones; es decir, al grupo de países que dan la nota en el concierto: los países ricos y superdesarrollados. Además, como los españoles somos poco ahorradores, en este asunto se une también la posibilidad exquisita de derrochar el capital acumulado en los últimos años de bonanza económica. En España, cada vez que se supera una crisis se monta una exposición, se organiza un centenario o se compra un paquete de aviones de combate. Somos así, y debemos tomarnos como somos, porque no hay remedio.

 .3 De otro modo, si hallásemos razonable lo que se nos propone, la consecuencia lógica sería un jolgorio continuo. Pues si hemos de celebrar en estos términos el descubrimiento de América, habría que hacer lo propio con la llegada de Marco Polo a China, o de los fenicios a Cádiz. Y con mayor razón habría que celebrar el descubrimiento del trigo, del fuego, de la rueda, de la máquina de vapor, de la electricidad o del ADN, acontecimientos éstos últimos de mayor importancia para el hombre; especialmente porque son tanto producto del azar como de la Ciencia, y si tales hechos no hubiesen sucedido la Historia sería distinta, mientras que el descubrimiento de América, y luego volveremos a ello, habría sucedido igual tarde o temprano.

 .4 Unos breves apuntes históricos pueden mostrar más claramente lo erróneo de la pretensión de vincular el descubrimiento a la primera Revolución Científica del mundo moderno, y más aún de pretender, como se hace en el texto que nos sirve de referencia para el diálogo, que con el viaje de Cristóbal Colón "se realizó, al fin, la praxis de la profética revolución copernicana".

En primer lugar, a Colón el desarrollo científico (o, por decirlo en términos de la época, de la 'filosofía natural') le importaba un pimiento. Era, como Marco Polo, un aventurero con ansias de poder y riqueza (aunque mucho menos inquieto por el conocimiento que el curioso y perspicaz veneciano). De hecho, cuando Colón realiza su viaje es ya conocida la redondez de la tierra; y más aún, los Técnicos de la reina Isabel que en primera instancia desestimaron el proyecto no lo hicieron en base a oscuros e inquisitoriales designios, sino porque hallaron que los cálculos del navegante eran una chapuza.

En cuanto a Copérnico, esbozó su teoría heliocéntrica (ya planteada, por otra parte, en la Grecia del siglo III antes de Cristo por Aristarco, aunque sin mucho éxito) en 1.507, afinándola hacia 1.530. Pero sólo fue publicada en 1543, es decir casi medio siglo después del Descubrimiento. Además, los términos de su teoría no trascienden de la física aristotélica, y habrían de ser precisos Kepler y Galileo para que el asunto cuajase. De hecho, es a principios del siglo XVIII cuando las teorías de Copérnico, ya corregidos sus numerosos errores, son comúnmente aceptadas en las sociedades europeas.

 .5 Creo que debemos olvidarnos de una vez de ciertas interpretaciones históricas basadas en una supuesta progresión racional de las ideas, una eterna lucha entre buenos (los que propagan las ideas comúnmente aceptadas) y malos (los que se opusieron a ellas). Es esta una visión antihistórica, y además anticientífica. Una visión que conduce a interpretaciones erróneas como las que plantea el señor Alfredo Rubio en su escrito, y que recuerdan a aquélla canción de Carlos Puebla: "¡...Y eso llegó Fidel!". Aquí el providencialismo se aplica a los científicos. Por el contrario, la Historia del Mundo es mucho más compleja que la historia de la Ciencia; y ésta no es sino una pequeña parte de los elementos y estructuras que conforman cada estadio de la sociedad.

La Antropología nos ha enseñado que lo llamado "mágico" en una sociedad primitiva puede corresponder a lo que se llama "ciencia" en otra supuestamente avanzada. Elementos, en ambos casos, al servicio de las estructuras dominantes de la sociedad. Por ello no creo que -sin negarle su importancia en el camino de la Ciencia- haya que hablar tanto de una Revolución Copernicana, como de un Renacimiento que, justamente en el seno de las transformaciones socioeconómicas (surgimiento del capitalismo), generó aquéllas. Es decir, es el Capitalismo surgiente quien provoca los Descubrimientos (no en vano Colón procede de Génova, cuna del primer capitalismo mercantil), y no al contrario.

Curiosamente, y en contraposición a esa visión idealista de la Historia, será justo en el siglo XVI (el siglo de los Descubrimientos) cuando las mentes más lúcidas de Europa elaboren una doctrina política -el absolutismo- que se define por la afirmación de una soberanía monárquica sin límites ni control, que no reconoce a los súbditos más que el deber de obedecer. Es además el siglo del apogeo de la caza de brujas, de las persecuciones de judíos, de las guerras religiosas. Un siglo en el que se ponen las piedras sillares del nuevo edificio científico que habría de construirse en los siglos siguientes: pero esas piedras para los cimientos deben más, como han demostrado los historiadores, al nuevo platonismo del Renacimiento y al misticismo alquimista que surgió de él que a ninguna especie de "racionalismo" en el sentido moderno de la palabra. 

Pero si vamos más allá en estos hitos de la llamada Revolución Copernicana, hallaremos que justamente dentro del círculo ideológico de Galileo pueden verse años más tarde a gentes como Hobbes, que trasladará a la teoría política el materialismo mecanicista de los racionalistas, y elevará la teoría absolutista a las más altas cimas. Entonces, como hoy y como siempre, desarrollo científico no puede traducirse de forma automática como elemento liberador del hombre.

 .6 En suma, estimo que Descubrimiento de América y Revolución Copernicana (si es que puede hablarse de tal) son dos cuestiones no más relacionadas entre sí de lo que puedan estarlo cualesquiera otros acontecimiento de la Historia. Porque, ciertamente, todos están relacionados.

 .7 Yendo un poco más allá: en realidad, para el desarrollo histórico el Descubrimiento no tuvo demasiada importancia. Fue una simple cuestión azarosa que ocurriese en 1492 y no en 1450 ó 1550. Para los hispanoamericanos, y para los españoles (me refiero a los de la época) hubiese sido preferible que 'el encuentro' se hubiese dado un par de siglos más tarde, con los europeos un poco más civilizados. Pero ocurrió así, y no se puede cambiar la Historia. 

 .8 Veamos algunas posibles influencias de ambos acontecimientos (que, insisto, no deben ser considerados de forma unitaria) en la sociedad de su tiempo. 

 .9 El Descubrimiento tuvo ciertamente una influencia muy directa en extensos grupos sociales: abría la posibilidad de probar fortuna en otro mundo. Algo que sólo ocurre, efectivamente, cada 500 ó 1.000 años. Ello influye a su vez, lógicamente, en el vivero de la Utopía. Por supuesto que desde avanzada la Edad Media la secularización fomentada por viajes a tierras no cristianas había llevado a incursiones en el destino, a la construcción de utopías sociales, en suma a la consciencia de la posibilidad de construir un mundo mejor. Pero será el Descubrimiento de América el hecho que abrirá la última espita de la imaginación social. Ya no será sólo imaginable un mundo mejor; será posible imaginarlo construido desde cero. Muy poco después del Descubrimiento Tomas Moro escribirá su "Utopía", precisamente inspirado en las narraciones de Américo Vespucio, y a ésta seguirán decenas de creaciones en la misma línea. Pero, aún más, será incluso posible materializarlo: al poco de publicarse "Utopía" un español intentará aplicar sus presupuestos entre los indios de América. Y algo más tarde las comunidades protestantes iniciarán su migración a América del Norte, a construir allá sus 'utopías'.

Los Descubrimientos dieron "un giro total a la relación del hombre con su entorno natural", como nos propone el doctor Alfredo Rubio. Pero esto no tiene por qué ser ineludiblemente positivo. De hecho, ello supuso concebir otros espacios a los que expandirse, y de rebote se tradujo, en la praxis social y económica, en una minusvaloración de la importancia de los disponibles. Hasta finales del siglo XV la Humanidad era consciente de que por siempre las sucesivas generaciones habrían de vivir del mismo suelo que ellos utilizaban. A partir del siglo XVI estas consideraciones perdieron importancia. Y todo ello ha tenido, a su vez, una extraordinaria importancia para este planeta, que hoy está exhausto a causa de los cambios ecológicos operados en los últimos 300 años.

 .10 En cuanto a la influencia de la Revolución Copernicana, es más discutible su repercusión en la sociedad de la época. El desarrollo del capitalismo comercial dejará subsistir todavía durante mucho tiempo los rasgos esenciales de una economía rural tradicional y de una sociedad aristocrática que se expresan en el régimen señorial. Poco notaron durante siglos los súbditos de los reinos de Europa, por más que se hubiese demostrado que el sol tenía algo más de importancia que la Tierra. En realidad, no es la CIENCIA la que provoca transformaciones sociales, sino la TECNICA; y ambas se deben a su vez, quiero insistir en ello, a las estructuras sociales dominantes. La base teórica en que se basa la informática tiene un siglo largo; pero ésta sólo ha incidido realmente en la sociedad, provocando algunos cambios -tampoco tantos como se temía- cuando se han podido fabricar ordenadores personales. El descubrimiento del ADN es muy importante en términos científicos; pero tan sólo cuando se popularicen técnicas de manipulación genética podremos detectar cambios sociales influenciados por esta cuestión. Algo así nos ocurre con el descubrimiento de Copérnico: tan sólo las invenciones técnicas generalizadas a partir del siglo XVIII, basadas en los descubrimientos científicos del XVI y el XVII, condujeron a cambios sociales importantes.

Por otra parte, la revolución copernicana en absoluto implica una desconsideración del hombre como centro del universo. Por el contrario, para bien y para mal, este paradigma sigue siendo la base filosófica de buena parte de la Ciencia Moderna. Esta trabaja al servicio del hombre, especialmente de ciertos grupos de hombres, es decir de ciertas clases sociales. Lo que sí ocurre es que, a la vez, ello supone hacerlo contra otros grupos de hombres, contra otras clases sociales."


8.23.1990

Speculum Speculator. ¿Sociedad Urbana o Capitalismo Urbano? (1990)


Artículo escrito para el número 0 de una revista que intentamos editar desde Extremadura, pero que sólo sobrevivió otros dos números. Y mira que salíamos acompañados de Fernández Durán y Naredo, hoy míticos. Pero no eran tiempos para la poesía... Era una época de mucho trabajo de planeamiento (casi todo él en municipios urbanísticamente conflictivos), y a partir de aquella experiencia y algunas lecturas preparé este texto. 


Fragmento: 
"     De hecho, en estos años se percibe cómo la población, en su conjunto, al par que se lamenta del encarecimiento del precio de las viviendas (y de los créditos para adquirirlas), sigue como loca losdictados de la publicidad, también en este campo, cambiando de casa en muchos casos casi como quien cambia de camisa. Si quisiéramos apuntarnos a las tesis sobre la Nueva Edad· Media que fueron tan populares en los años '70, tendríamos ahora un elemento fácilmente integrable en aquéllas teorías: pues resulta evidente el proceso de feudalización no ya de los trabajadores, sino del conjunto de los ciudadanos, en lo que hace a la vivienda. La Banca, como los reyezuelos del siglo XII, y los agentes financieros como grandes capitanes ennoblecidos con las batallas actuales del dinero negro yla especulación, poseen dominios en los que los agentes económicos independientes y los trabajadores pueden vivir o desarrollar sus actividades económicas mientras sean capaces de pagarel diezmo (pues no otra cosa son los plazos de los créditos hipotecarios: dada la obsolescencia planificada de las actuales construcciones, la propiedad final teórica del inmueble no significanada debida a la perdida de valor de uso en los 20 años transcurridos), y hacer acto de vasallaje (pues no otra cosa es el miedo a los Bancos y sus prácticas, generalizado en nuestra sociedad,y las formas de pleitesía que los ciudadanos deben mostrar cuando se atreven a entrar en esos castillos a pedir algo).(...) 
algunos pensadores entraron a considerar que 'lo urbano' podría ser el paradigma que habría de sustituir a 'lo industrial'. Así, Lefebvre acuñaría un término que en las décadas siguientes habría de tener cierto éxito entre los urbanistas 'de izquierdas' (lógicamente, como yacasi no quedan urbanistas 'de izquierdas', el término ha caído en desuso): la sociedad urbana. Para Lefebvre, al igual que la sociedad agraria había estado fundamentada sobre la producción de alimentos, y la sociedad industrial sobre la fabricación de productos manufacturados, la sociedad urbana descansaría sobre la producción de la propia ciudad, del espacio(...) 
Lo que nos importa recuperar aquí, de estos veinte o treinta años de reflexión y análisis (en realidad, parece que viviésemos hoy día no el final de la Historia, pero sí el final de la historia del Pensamiento), son dos o tres elementos que nos permitan construir una alternativa a losproblemas que, nuevamente, plantea la ciudad. Especialmente en lo que hace al problema de la especulación del suelo. 
LA PRODUCCIÓN DE ESPACIO, NUEVO SECTOR PUNTAEn primer lugar, que la producción de ciudad ha adquirido notable importancia, hasta convertirse en un sector clave de la maquinaria productiva en los países de economía capitalista; ya no se genera ciudad como consecuencia 'natural' de la concentración de personas yrelaciones en un punto geográfico, sino que se produce una mercancía para introducirla eh los canales de distribución, con el fin de obtener beneficio por ello y con independencia de la necesidad objetiva y 'natural' de esa mercancía.Sin embargo, lo urbano se inscribiría aquí como una parte más, o tal vez como la síntesis, de un nuevo sector económico al que podríamos denominar 'los elementos': es decir aquéllos recursos que tradicionalmente quedaban fuera de la distribución capitalista como aire, agua, luz ... espacio. Gorz llegaría a prever el fin de la clase obrera al percibir que la producción no era importante en este nuevo sector fundamental, reduciendo los trabajadores a simplesconsumidores(...) 
el proceso por el que el suelo (ilimitado en términos 'naturales') ha adquirido · valor de cambio, mediante la expropiación social del valor de uso a sus antiguos poseedores. Un valor de cambio curiosamente que, como veremos más adelante, no procede ni de la plusvalía obtenida del trabajo adicionado, ni de su escasez objetiva. Sino simplemente de la especulación. 
LAS NUEVAS FUENTES DEL PODERAsí, el sector inmobiliario (no La Construcción, pues no siempre están ligados, y la construcción sigue funcionando de hecho según esquemas tradicionales propios de la sociedad industrial) se ha instituído en la principal fuente de beneficios, y sobre todo de Poder al convertirse en auténtico sector punta (mucho más allá de la informática, la biotecnología o la energía, en contra de todas las previsiones). Hasta en el más perdido pueblo las mayores fortunas se construyen hoy gracias a la especulación urbana: no proceden ni de la agricultura, ni de la industria, ni aún siempre del comercio, ni siquiera de la propia construcción; y son los especuladores de suelo quienes más influencia tienen cerca del Poder (de ahí que sea en este sector donde más casos de 'tráfico de influencias' llegan a la opinión pública).(...) 
Tal vez sea en este sentido, la especulación urbana, síntoma de las nuevas formas que, en la Tercera Ola, puede tomar el capitalismo. De un lado, el valor de cambio no expresa el trabajo adicionado a la materia prima (aunque mantenga elementos como la renta diferencial); de otra parte, tampoco expresa una escasez objetiva (de hecho, si ello fuese así hubiese bastado la exagerada ampliación de suelo urbano que se ha dado en numerosas ciudades enlos últimos años para acabar con la especulación). 
Sin estos elementos previos, ni siquiera los paradigmas del capitalismo monopolista, tan caros a algunos marxistas escolásticos, sirven con exactitud como explicación. Más bien debemos pensar que se trata de algo nuevo 
UNA TEORÍA DEL VALOR DEL SUELO LLAMADO "URBANO"El suelo sobre el que se levantan y extienden las ciudades no tiene ninguno de los requisitos bajo los cuales un bien adquiere valor de cambio, salvo el que se derivase de su potencial agronómico o minero. Por causas puramente azarosas ese suelo se nomina en un momentodado 'suelo urbano', dotándose entonces de la posibilidad de acumular una plusvalía que se niega al resto de los suelos. Pero esas plusvalías proceden de la adición de trabajo y/o capital a ese bien, que se transmuta en materia prima para un sector productivo (la Construcción).Por ello el suelo 'urbano' tan sólo puede adquirir plusvalía a medida que se le vaya adicionando trabajo o capital. Nunca puede concedérsele en justicia un valor de partida en relación a sus posibilidades finales. Por otro lado ni siquiera es admisible que setrate de un bien escaso, por cuanto en virtud del planeamiento puede 'producirse' suelo urbano a voluntad en otras áreas (de hecho se produce aún sin planeamiento).En realidad, asumir como válida la otorgación de un valor inicial de índole urbanística, en el momento inicial del proceso de producción urbana, debería llevar a otorgar valores 'urbanos' por encima de su valor agronómico, a efectos expropiatorios, a extensas superficiesde suelos netamente rústicos. Así, suelos situados en las coronas periurbanas, susceptibles de convertirse en urbanos a medio o largo plazo, deberían ser dotados siquiera de un valor 'expectame ', por encima de la valoración agronómica utilizada normalmente para suexpropiación. Lo mismo podría décirse de áreas rústicas cercanas a nudos y redes... (....)"



REFERENCIA
Baigorri, A. (1990), "Speculum Speculator. ¿Sociedad Urbana o Capitalismo Urbano? ", ExtremaDuda, Num 0, 00. 17-26
Enlace al texto

4.17.1990

Espacios naturales y ordenación del territorio (1990)

Es una conferencia conferencia pronunciada en la Universidad de Zaragoza en abril de 1990, en el marco de unas Jornadas de Divulgación Ecológica. Una de mis tres únicas intervenciones en Aragón desde que emigré. En ella resumí todo lo que hasta ese momento había reflexionado en torno a la Ordenación del Territorio y la Urbanística.

"La primera parte plantea una introducción a las Ciencias del Territorio, bajo el paradigma de la Síntesis Ecológica. La finalidad principal de este tipo de conocimiento de la realidad física consiste en la ordenación equilibrada del medio físico en
que se desenvuelve la vida del Hombre, en función de las necesidades a corto, medio y
largo plazo de éste como especie histórica. La segunda parte pretende un acercamiento,
desde esta perspectiva, al caso de la comarca natural del Moncayo.
Como las 'Jornadas de divulgación ecológica' van dirigidas a un público compuesto
básicamente de estudiantes universitarios, he incluído mediante notas a pie de página
algunas referencias bibliográficas que les permitan ampliar sus lecturas sobre el tema.
(...)
El Ecologismo, como la Reforma en los siglos XVI y XVII, la Ilustración en el siglo
XVIII, o el Socialismo en los siglos XIX y XX, va a ser el paradigma no ya de este último cuarto de siglo que estamos viviendo, sino sobre todo del siglo XXI. A su vez,
como ha ocurrido con esos otros modelos civilizatorios, el Ecologismo sólo será paradigma de nuevas formas de civilización si, como aquéllos otros, consigue ofrecer una nueva síntesis que contenga, junto a las nuevas perspectivas que ofrece, todo lo que de progreso contienen los paradigmas precedentes. Unicamente en este sentido puede
hablarse de Síntesis Ecológica, y sólo por esta vía pueden superarse las aparentes contradicciones entre Progreso y Medio Ambiente, entre crecimiento económico y Calidad de Vida. No es extraño así que los sociólogos integradores descubran, al analizar las características del nuevo paradigma, "un cierto paralelo con ideas e ideologías políticas del pasado" (1) Por supuesto, estos planteamientos parten de una concepción positiva y dialéctica del progreso humano.
(...)
En realidad, la cita de Reclús que acabamos de leer es la mejor síntesis que nunca haya
leído del objeto de lo que hoy conocemos como Ordenación de Territorio, que en realidad no es mucho. Hablar de O.T. es hablar de conceptos muy diversos, y a veces incluso divergentes, según la perspectiva que tomemos. "Ocurre con ellas, como con otras cuestiones, que su conocimiento es más intuitivo que discursivo, pues se adaptan más a una noción que a una definición" (6). Desgraciadamente está por desarrollar una Ciencia del Territorio, autónoma en su metodología y conceptos, y hasta que tal ciencia haya adquirido carta de naturaleza seguiremos navegando en disquisiciones más o menos interdisciplinarias, o más exactamente en peleas entre disciplinas que se acercan al territorio, a menudo, desde presupuestos y con objetivos diametralmente opuestos. Algún día saldrán de esta misma Universidad los diplomados en Ciencias del Territorio, sea por la rama de Urbanismo, sea por la de Ruralismo (7), o sea por la de Ambientalismo y Paisaje; esperemos que no los llamen 'ingenieros urbanistas', 'ingenieros territoriales', 'ingenieros en sistemas ambientales' o algún otro pretencioso término tecnocrático.
Por ahora, y en tanto construímos esa nueva ciencia, conformémonos en definir de qué
modo se acercan a eso tan vago de la Ordenación Territorial los diversos agentes que de
una u otra forma intervienen en su gestión.
(...)
Vamos a centrarnos en un aspecto de la Ordenación Territorial que nos permita hilvanar, al ir bajando de lo general a lo particular, con la última parte de esta sesión, que
dedicaremos al Moncayo. Hacia 1977 iniciamos una rudimentaria reflexión sobre la
competencia por el uso del suelo, con un análisis sobre el espacio agrario en el Alfoz de
Burgos dentro de los trabajos previos a su Plan Director Territorial; luego he podido
repetir el análisis más a fondo en áreas muy diversas como las ciudades de Alicante,
Puerto de Santa María o Badajoz, la región de La Rioja o el Area Metropolitana de Madrid. Lo que en un principio entendíamos básicamente como un aspecto más de la tradicional oposición campo-ciudad, he venido intuyendo después que se trata de algo más, de una competencia en realidad multifactorial; a medida que he percibido cómo desaparecía la oposición campo-ciudad, al estructurarse el territorio de los países desarrollados en un contínuum crecientemente isomórfo (por encima de las diferencias paisajísticas derivadas de la diversidad bioclimática y geológica) directamente al servicio de la red de ciudades, he venido llegando a la conclusión de que ahora mismo los protagonistas de la competencia no son los campesinos frente a los urbanitas, sino una especie de todos contra todos. Y no hace falta acudir al básico ejemplo de los ecologistas urbanos que compiten, pretendiendo un uso biológico-estético de ciertos suelos caracterizados como 'espacios naturales', con los domingueros (que los desean para un uso recreativoresidencial), las grandes corporaciones industriales (que los precisan para instalar sus plantas de producción) o el Estado (que en ocasiones los precisa para situar sobre ellos grandes infraestructuras). Hay otras muchas competencias, que se dan dentro incluso de lo que podríamos llamar el bloque histórico productivista: los promotores inmobiliarios y turísticos compiten por ejemplo con las grandes factorías potencialmente contaminantes; unos y otros con las explotaciones mineras; los propios usos infraestructurales, dirigidos funcionalmente en beneficio de la maquinaria productiva, pueden hallarse en competencia con otros usos productivos agrarios, industriales o inmobiliarios. En cualquier caso, estas competencias no debemos olvidar que se dan en el marco de un sistema económico determinado, el capitalismo.
(...)
La primera consideración que hay que hacer cuando nos acercamos al Moncayo desde
las Ciencias del Territorio, la Ordenación Territorial o como lo queramos llamar, es que
constituye la mayor altura y la mayor masa frondosa que en un radio de 100 kms pueden encontrar al menos un millón de habitantes del área metropolitana del Ebro, entre
Zaragoza y Alfaro. De éstos, al menos 500.000 tienen una necesidad real de disponer de
un espacio como este para relajarse del estréss urbano. En este sentido, el Moncayo debe ser considerado como un parque metropolitano. Lógicamente aquí tenemos un primer punto de competencia por el uso del suelo: las grandes ciudades del valle lo necesitan para el ocio, mientras que los pequeños pueblos de la zona lo necesitan para seguir desarrollando su agricultura, su ganadería, su caza, su explotación forestal, como siempre lo han venido haciendo. Y, por esas contradicciones de las sociedades modernas, nos encontramos con que en términos democráticos no pueden prevalecer, sin más, los intereses de 1.200 almas que debe haber en la comarca, sobre el millón del área metropolitana"


Ref.
Baigorri, A. (1990), 'Espacios naturales y ordenación del territorio', Conferencia en la Universidad de Zaragoza
Acceso al texto completo

2.20.1990

Propuesta para unas Directrices de Gestión urbanística de los pueblos del Moncayo (1990)

Este documento forma parte del extenso Currículum de Fracasos que salpica este repositorio (y no están, ni mucho menos, todas las propuestas infaustas).



A finales de la década de 1980, la recuperación económica volvió a hacer apetecibles determinados proyectos de turistización de espacios naturales que, iniciados a finales de la de 1960, la larga crisis económica derivada de la del petróleo (1973) paralizaría. Uno de los espacios objeto de intervención fue la Sierra del Moncayo. Situado a apenas 80 kms de Zaragoza, y 30 de Tudela, es una alternativa de rápido acceso al Pirineo, por lo que se pusieron en marcha varios proyectos de urbanización. De forma aislada se venían produciendo conflictos, como el que desencadenó que la Diputación de Zaragoza nos rescindiese, a finales de la década de 1970, el contrato al equipo que realizábamos unas Normas Subsidiarias Comarcales, por nuestra oposición a que un alto mando del ejército se construyese un chalet en la misma puerta del convento de Veruela, junto a la Cruz de Becquer. Curiosamente el abogado que defendía el atentado urbanístico y ambiental, Emilio Gastón, que arrastraba un gran prestigio entre la progresía local, sería luego Defensor del Pueblo regional. así que el coronel hizo su chalet, que ahí sigue, y a nosotros simplemente nos echaron.





Pero, decía, a finales de los 80 nuevos proyectos de turistización generan conflictos en la comarca. Si una década atrás pudierámos decir que las fuerzas vivas de la zona se levantaron contra el planeamiento (hay que decir que el militar del chalet había "ayudado" en la mili a numerosos reclutas de Vera del Moncayo, lo que provocó un movimiento de apoyo al chalet), esta vez surgieron plataformas y organizaciones de oposición a la urbanización que se proyectó, en 1987, primero en Añón y luego en Alcalá de Moncayo.


La aparición, entre los actores, de un nuevo grupo ecologista  de Zaragoza (formado por antiguos militantes del PTE reconvertidos al ecologismo) que intenta adoptar a nivel local los métodos del entonces emergente a nivel global Greenpeace (los llamados Ecofontaneros), realizando diversas acciones en las obras, va a suponer un altavoz importante. Entre 1988 (he recogido algunos elementos claves de este conflicto en mi trabajo Notas y Materiales sobre el Conflicto Social en el Marco de la Urbe Global de 1995) y 1991 se extenderá este conflicto socioambiental. Todavía vinculado a la zona porque aún pasaba buena parte del verano entre Gallur y Mallén, participé entonces activamente, aunque a distancia, entre 1989 y 1990; publicando varios artículos (alguno en verso, uno de los pocos artículos de opinión en verso que se habrán publicado) sobre el tema en el periódico El Día de Aragón, e impartiendo una conferencia en la Universidad de Zaragoza.
Para enfrentar, o difuminar el conflicto, el gobierno de Aragón convocó un concurso para la elaboración de unas Directrices de Gestión Urbanística para la zona. Osea, las NNSS Comarcales que nos habían rescindido una década antes (aunque las competencias entonces las tenía la Diputación Provincial, eran los mismos). Lógicamente, y aunque me enteré de chiripa, presentamos una propuesta... que lógicamente no ganó el concurso. Porque el concurso lo ganó la propuesta de un arquitecto sobrino del Presidente de Aragón. A la sazón el asturiano Hipólito Gómez de las Roces, que ya había sido presidente de la Diputación de Zaragoza por la gracia de Franco. Como anécdota, llevábamos en el equipo a Ramón Fernández Durán. Algunos elementos de la propuesta los discutiría con él, pues en esa época me quedaba a menudo en su casa los fines de semana en que iba a Madrid a la UPSAM, donde cursaba CCPP y Sociología a distancia.
Me admiro ahora de lo que conseguía hacer con aquel rudimentario First Publisher (que no sé cómo conseguiría, en algún disquette de los que venían en las revistas de Informática) con el que enredaba a hacer autoedición en MSDOS. La leche (la memoria en sí va seguramente en WP 5.0)


"HIPÓTESIS A: La gestión debe ser mancomunada 
Hace unos diez años tuvirros ocasión de equivacarnos al plantear la conveniencia de crear una Mancomunidad de Municipios del Moncayo -el redactor de esta propuesta tuvo bastante protagonisrro en ello. No varros a extendernos aquí en repetir los planteamientos desarrollados en aquel momento, pero no dedemos ocultar que fue justamente esa cuestión, junto al intento de protección de ciertos espacios de interés, lo que determinaría el fracaso de un intento de planeamiento comarcal que en la distancia
debemos juzgar como precipitado y falto de base socio-política -sin perjuicio de que consideremos que las soluciones que lo reemplazaron fueron aún más erróneas.
En cualquier caso, a lo largo de la pasada década se han desarrollado profundos cambios tanto a nivel estatal, corro regional e incluso corrarcal, en lo que a esta cuestión se refiere. Herros visto surgir Mancorrunidades tanto en Aragón como en otras regiones españolas, tanto de índole específica (el mantenimiento de un servicio) como de propósito general. El desarrollo del autogobierno regional ha influído sin duda en la aparición de actitudes favorables, y capacidades políticas y adrninistrativas para la
extensión de ciertos niveles de autogobierno a un nivel comarcal, incluyéndose en este punto las nuevas perspectivas abiertas con la Ley de Bases de Régimen Local. En el propio Sorrontano del Moncayo han cambiado también las cosas al respecto, al menos en buen número de mmicipios: la prolongación de la sangría derrográfica a que vienen siendo sometidos desde los años '60 ha llevado a pensar, a amplios sectores de la población. en la conveniencia de aunar esfuerzos.
La Mancommidad es de hecho la mejor forna institucional que la Ley prevé para atender a problerras corro el que nos ocupa; más aún si tenerros en cuenta que ello permite la participación colegiada de órganos superiores de la Adrninistración local/regional, con el soporte técnico y (...)"



Ref:
Baigorri, A. (1990), Propuesta para unas Directrices de Gestión Urbanística del Moncayo, TESYT

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1.09.1990

Urbanismo, medio ambiente y ordenación del territorio (1990)

Este texto es una propuesta de reordenación de las competencias en esas temáticas, que hice en Extremadura, cuando apenas llevaba cuatro años residiendo (aunque una década desde mi primer contacto), pero ya había decidido hacer de esta tierra la mía de adopción. Hacíamos mucho urbanismo y ordenación del territorio entonces, y Teresiano Rodriguezme aguantaba unos artículos de página completa en el HOY que hoy no me tolerarían.

El texto debió de circular antes de publicarse el artículo. No lo recuerdo, porque andaba uno gestionando una consultora, estudiando, movilizando vecinos contra los proyectos urbanísticos municipales y co-criando la prole, mucho jaleo; pero debió de circular porque tengo una carta de Ibarra (que incluyo en el fichero, no creo faltar a ninguna reserva cuando tiene publicadas sus memorias) en la que me responde, pero la carta es de fecha anterior a la de publicación del artículo. Me responde básicamente que mi propuesta no es viable.


Lo interesante es que, veinte años más tarde, ¿saben cómo se llama la Consejería correspondiente, dónde está ubicado el Medio Ambiente, el Urbanismo y la Ordenación del Territorio? Pues justamente ahí, en la que yo proponía con esos tres contenidos, más algunos añadidos: se llama, no sé desde cuándo, Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio. Al menos hoy. Quizás en dos meses haya cambiado. Pero hoy es la Consejería que yo propuse como imprescindible para la región hace dos décadas. Si responde o no a los objetivos para los que fue propuesta, ya corresponde a otros decirlo.







¿Vamos a ver cómo llega desde el Wordstar, a través del recuperado WordPerfect 6?...Alehop, con aceptos y todo! Como en el fichero había un par de versiones, no sé si es siquiera la última publicada. 

"VERSION  2ª


     URBANISMO, MEDIO AMBIENTE Y ORDENACION DEL TERRITORIO
                       Artemio Baigorri

     Como nada sé de los entresijos de la Junta de Extremadura

ni de los apaños internos del PSOE, ignoro qué va a hacer Rafael
Olea, el ya ex-director general de Urbanismo, Medio Ambiente y
Ordenación del Territorio, en Madrid de diputado. Me alegro por
él si le eso le apetece, pero es una pérdida, por ejemplo, para
quienes intentamos hacer un Urbanismo humano y pensado en y para
Extremadura. Olea lo ha hecho bastante bien, al menos en lo que
al Urbanismo y la O.T. se refiere, y desde luego Juan Serna
acertó plenamente cuando se lo llevó de director general. En
cuanto al Medio Ambiente, tal vez no lo haya hecho mejor, pero
tampoco peor que el buen amigo Jesús Garzón.
     Mas dicho esto hay que decir también que no se está haciendo
un buen Urbanismo en Extremadura, y no creo que haya un buen
profesional que se atreva a desmentirlo (y allá él si lo hace,
pues las falsas alabanzas envilecen al que las hace y ensucian
al que las recibe). Al igual que no está funcionando la
Ordenación Territorial, y el Medio Ambiente no deja de degradarse
día a día. 
     ¿Qué ocurre pues para que habiendo habido buenas ideas e
intenciones en los dos extremos, de un lado un Director General
honesto e incluso a ratos utopista, de otro lado buenos
profesionales ilusionados e imaginativos, y voluntariosos
ecologistas, no termine de funcionar el asunto? ¿Acaso los
demonios de aviesas intenciones andarían comiéndose las migas que
vamos dejando por el camino, para inducirnos al extravío? Es
mucho más sencillo: Extremadura está creciendo. Ni tan deprisa
como algunos desean y prometen, ni tan despacio como otros
desearían y mienten. Simplemente crece, lo que no es poco, y
cuando hay crecimiento, cualquier indicador en el camino es
considerado un freno; cualquier consejo de variar el rumbo una
zancadilla; cualquier aviso una traición.
     Alguna vez he intentado razonar que Extremadura estaría
dando un salto en el vacío desde una sociedad agraria tradicional
y profunda a una sociedad postindustrial y 'ligera', casi sin
solución de continuidad. Naturalmente es una hipérbole, que
pretende apoyar la idea, crecientemente aceptada en la región,
de que no es preciso pasar por un estadio de industrialización
'a cualquier precio' para alcanzar un buen nivel de vida.
     Sin embargo, el sustrato de esa nueva sociedad extremeña
'nopobre' (aunque nunca podrá ser rica, tal y como hoy podemos
entender la riqueza de las regiones), crecientemente informada,
relajada y cómoda, está constituído de alguna manera por esos
tres elementos que dan título a la Dirección General que acaba
de abandonar Olea: el Medio Ambiente, el Territorio humanizado
y el Urbanismo. Sobre este sustrato se levanta la riqueza de la
región (desde la agricultura al turismo, pasando por la propia
industria), y se extienden los pueblos y ciudades donde
habitamos.
     Pero tantos años de espera de un industrialismo, que ni ha
llegado ni llegará, ha creado en las élites del poder económico
y político, a todos los niveles, una especie de reflejo
condicionado. Entrenados para abrir puertas a la industria, de
ello ha quedado una actitud que podríamos condensar en una frase
:"¡Que nos contaminen!". Se ha llegado a identificar contami-
nación y destrucción de los recursos naturales o patrimoniales
con creación de riqueza.
     Y sin embargo es completamente al contrario. Aunque a muchos
cueste creerlo, sólo una estricta conservación de todos los
valores regionales físicos (ambientales, territoriales,
urbanísticos, arquitectónicos) puede garantizar la consecución
de esa nueva sociedad extremeña basada en la calidad de vida.
Porque para 'lo otro' cualquier otra región española (hasta
nuestra vecina Castilla-La Mancha) está mucho mejor preparada y
mejor situada. El futuro de Extremadura sólo puede estar
fundamentado en mantener férreamente ese sustrato, porque es lo
mejor que podemos ofrecer en términos de economía de mercado:
unos pocos recursos limpios que ya no se encuentran en otras
regiones; un territorio despejado y cómodo para el que quiera
huir, con su centro productor al hombro, de la morralla y el
fango de las grandes ciudades; un millón de nuevos consumidores
con unas pesetas -pocas, desde luego- recién llegadas al
bolsillo; una posición relativamente buena, cara al '92, en el
triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla; y sobre todo un paisaje todavía
virgen y variadísimo, unos pueblos y ciudades todavía cómodos y
de milagro aún hermosos, un cielo y un clima como pocos pueden
ofrecer. Poco, pero suficiente para dotar de un honorable nivel
de vida al millón de gentes que habitamos esta región.
     En estas circunstancias, mantener una Dirección general de
Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente, ahí
perdida, casi como adorno, es un contrasentido. Y un error que
Extremadura puede pagar muy caro a veinte o treinta años vista.
Eso, independientemente de que la dirección general esté adscrita
a una Consejería inversora que, como tal, está obligada a no
pararse en minucias. Pero por otro lado la repetida propuesta de
las organizaciones ecologistas, en el sentido de crear una
Agencia de Medio Ambiente, separada del Urbanismo y la Ordenación
del Territorio, no parece tampoco adecuada en esta región, que
ni tiene el nivel cultural de Madrid ni la potencia económica y
extensión de Andalucía. Si bien podría quedar muy bien a niveles
propagandísticos, y sería un complemento decorativo ideal para
el Presidente, la solución no parece muy práctica (y de hecho ni
en Madrid ni casi en Andalucía se está mostrando como una buena
idea). Sólo un organismo con fuerza suficiente, de una parte para
imponer sus criterios a los organismos (y agentes privados) de
rango inferior, y de otra parte con capacidad suficiente para
enfrentar criterios a los de las Consejerías que por su propia
naturaleza se ven obligadas a hacer caso omiso del sustrato eco-
urbano-territorial, podría garantizar tanto la necesaria
independencia para el gestor de estos temas, como la atención y
el apoyo suficientes a los que desde fuera trabajan en ello.
     De ahí que sea un buen momento, este en que la Dirección
General está sin cubrir, para extinguir la plaza. Y crear una
Consejería de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio
Ambiente. Ello obligaría de principio al resto de los órganos de
la Administración regional a asumir que estos temas deben estar
mucho mejor dotados presupuestariamente. Pues aunque el gasto en
este caso no siempre genere un producto visible a corto plazo
(salvo en algunas inversiones medioambientales), a largo plazo
su acción es determinante (más o menos como ocurre con Educación
y Cultura). Y dotaría de capacidad al gestor para acometer
medidas de alcance, que en este campo deben ser a menudo
legislativas (a corto/medio plazo se hacen imprescindibles para
la supervivencia del sustrato de la región al menos tres
documentos legales: una Ley del Suelo y de Armonización del
Desarrollo Urbano que adapte a las particularidades extremeñas
la legislación del suelo vigente o de pronta aprobación para el
Estado; una Ley de Directrices de Ordenación Territorial; y una
Ley General de Protección y Mejora y del Medio Ambiente
extremeño). Además de mayor autoridad moral y política -ya que
no legal- sobre los Ayuntamientos.
     Esa Consejería debería tener tres direcciones generales. La
de Ordenación, Planificación, y Prospectiva Territorial tendría
más funciones que las de hacer estudios comarcales: de un lado,
estructurar la masa de información que al más bajo nivel se
recoge a través de la realización del planeamiento urbano y
territorial, y convertir esa información en utilizable y
filtrable al resto de órganos de la Administración (a menudo los
desaguisados se cometen simplemente porque falta información, y
se tiende entonces a suplirla con el orgullo torero de 'la
acción'); de otra parte racionalizar el gasto en cartografía en
la región (pocos se hacen idea de las veces que se contratan los
mismos planos, para negocio de las empresas cartográficas de
Madrid y despilfarro del erario público), atendiendo a las
necesidades de todas las Consejerías y compartiendo con otras
Administraciones; en fin, diseñar unas directrices esenciales de
desarrollo armonizando los diversos intereses, en función de las
posibilidades del territorio.
     La D. G. de Urbanismo vendría a hacer lo que hacía hasta
ahora, aunque de la mayor especialización se seguiría lógicamente
una mayor capacidad de acción. Básicamente, tutelar (o realizar
subsidiariamente) el planeamiento urbanístico de nuestros pueblos
y ciudades, y sobre todo hacer cumplir la Ley (primero la estatal
y luego, cuando esté desarrollada, la regional) sin miramiento
de colores ni credos. En este sentido, cuando la cultura popular
ha desaparecido sin ser sustituída por una nueva cultura
urbanístico-arquitectónica positiva, sólo cabe cierta forma de
despotismo ilustrado como una fase provisional que a la larga
todos los municipios y ciudadanos agradecerían. Además de la
normal infraestructura administrativa debería disponer de agentes
ejecutivos con capacidad de imponer sanciones, e incluso de
iniciar procesos judiciales para proteger la legalidad
urbanística.
     En cuanto a la D.G. de Medio Ambiente, el simple hecho de
estar dentro de una Consejería específica la dotaría de los
recursos y capacidades de que ahora no dispone. Tal vez -en
cualquier caso deberían opinar los ecologistas- retomando algunas
competencias que erróneamente quedaron en Agricultura (como es
el tema de tratamientos fitosanitarios), y contando con su propio
centro de investigaciones biológicas.
     Evidentemente todo este programa global no puede hacerse
desde una Dirección General marginada, mal escuchada y peor
presupuestada, como hoy ocurre. Algunos opinarán que hablamos de
lujos, prohibitivos en una región en crecimiento. Pero es justo
ahora, en pleno desarrollo, cuando podemos y debemos distraer
parte de nuestro esfuerzo y aplicarlo a conservar el sustrato que
ha hecho posible el propio crecimiento. Es precisamente el
sustrato eco-urbano-territorial extremeño un lujo que hay que
cuidar como oro en paño. En realidad el único lujo que tenemos,
y en no pocos lugares puede decirse, ya, "que teníamos". "


Referencia y enlace al fichero


Baigorri, A. (1990), "Urbanismo, medio ambiente y ordenación del territorio", Diario HOY (9/1/1990), p.10


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